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LA BALA DE DIOS

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Treinta caballos contra una vaca

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  Treinta caballos contra una vaca El Mariscal Antonio José de Sucre tuvo el mismo problema que Salvador Quishpe para tomarse Quito. El militar subió por el lomo del Pichincha para caer por el flanco oeste y desde las alturas arrearles como borregos a punta de bala y bayoneta a los realistas. Su audacia dio como resultado que el excesivo albedrío de campanas de las iglesias, el 24 de mayo de 1822, desarrollen esa afonía que las caracteriza hasta ahora. Salvador Quishpe en cambio entró a Quito hoy   por la Panamericana coreado por las campanas de la modernidad: bocinas de los autos y consignas de decenas de simpatizantes. Lo hizo de manera surreal-futurista, coronado, a falta de laureles y olivos por un dron de la inteligencia del gobierno y una vaca que trajeron sus simpatizantes. Vaca utilitaria y simbólica rivalizando con la hegemonía de los puercos ya que como sabemos son el modelo para las alcancías. Esta tarde tuve el privilegio de hacer...

Octavio o el merodeador del Jardín de Infantes

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Las marcas en relieve dejadas por el preservativo en su billetera y las otras dejadas en el papel por el rodillo de la máquina de escribir indicaban dos cosas: que Octavio no había hecho el amor en mucho tiempo y segundo que no atinaba la manera de enfrentar una hoja vacía. Le resultaba triste ver esas marcas al final del día, se le figuraban como un calzoncillo apretado que, ya entregado a la tintorería, deja en la cadera una laceración visible. Se desnudó y tomó una ducha antes de meterse en la cama, de la manera como lo hacía ya hace meses; ensayando un monólogo interior a lo Molly Bloom, con la obsesiva idea de con ello, “desarrollaría polifonía”, según pensaba. Esa noche en particular se encomendó a San Hustler para hallar valor y resistir a la tentación de no masturbarse antes de dormir: sublimaría su energía sexual en favor de la literatura; había decidido que todo ese zinc, carnitina y fructosa sería consagrada a la creación literaria y creía que los ásperos castigos ...

El oxígeno que producen las plantas devora el metal de los autos.

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Fotografia de Stephen Gordon:   https://www.facebook.com/stephen.gordon.9404           A tres amigos que hacían un viaje de vacaciones hacia el litoral a mitad de camino se les terminó el combustible del auto. Encargaron a uno de ellos traer gasolina desde una estación  por la que habían pasado hace no mucho tiempo. Salió con la consigna pero nunca regresó porque se le acabó la sangre a medio camino y se quedó igual de estático que el auto.  Los dos amigos cansados de esperar y ya con hambre salieron a merodear el entorno donde descubrieron apetitosas alhandas. Se atragantaron con la fruta y llevaron algunas para seguir mordisqueándolas en el interior del auto al amparo de su sombra.  Arrojaron en forma displicente las semillas y se marcharon, pues añoraban llegar a su destino porque se les hacía agua la boca por darse un chapuzón en el mar. Abandonaron el auto con la intención de regresar pronto pero nunca l...